LA VIDA CON MENOS DE DOS MIL PESOS

Publicado por Mario Fontalvo

Cuando el ayuno y la abstinencia son el “pan de cada día”

Por: Mario Fontalvo F.

Apartes del artículo publicado en el periódico Kairos, en su edición 226. Arquidiócesis de Barranquilla

¿Se imagina usted cómo sería su vida con menos de un dólar al día? Lo más seguro es que no hubiese podido ir hoy a trabajar por tener tan sólo para pagar un trayecto en bus. Tampoco hubiera tenido dinero para las tres comidas del día, ni mucho menos para las de mañana o para las de toda la vida. Es claro, además, que no tendría todos esos productos y servicios que ofrece el mercado para facilitarnos la existencia; andaría sin celular, sin televisión, sin internet, por citar tan sólo a los iconos más representativos, favoritos y absorbentes en esta era tecnológica. Es más, creo que yo no estaría escribiendo este artículo por no tener computador.

En fin, a pesar de estas hipotéticas situaciones, a estas instancias lo más probable es que aún nos sigo pareciendo difícil la idea de concebir una vida, contando con sólo dos mil pesos diarios en el bolsillo, o incluso menos. Sin embargo, esta es la realidad de cerca de 1.000 millones de personas que viven en condiciones de indigencia en todo el mundo, según lo reporta el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

En el caso de América Latina, la cifra de indigentes supera los 100 millones de personas, y en Colombia se calcula que hay 8 millones de personas en similar condición, sumadas a los 20 millones de colombianos que viven en situación de pobreza, es decir el 46% de la población cuyo ingreso familiar no supera un millón cien mil pesos. Así lo reveló el informe de actualización sobre las condiciones de pobreza en Colombia, presentado por la comisión de expertos de entidades del Gobierno Nacional y algunas universidades, a finales de agosto de 2009.

Lamentablemente, para estos millones de colombianos, la pequeña lista de carencias imaginadas con las que inicié esta reflexión resulta apenas una aproximación muy lejana, elaborada a tientas y con una mirada un tanto benévola y ala vez ingenua, de lo que en realidad viven aquellos a los que no les alcanza siquiera para comprar un litro de leche diario. Ellos sí saben lo que es andar repartiendo las necesidades de su día entre cuatro monedas de quinientos pesos, defendiendo su dignidad de ser humano con lo poco que tienen empuñado en su mano.

Percibir esta realidad en este tiempo de cuaresma que iniciamos, nos coloca ante múltiples interrogantes sobre cómo estamos viviendo como católicos esta invitación que nos hace la iglesia, de llevar a nuestra vida diaria prácticas de auténtico sacrificio y penitencia. Vivir plenamente este tiempo debe conllevarnos a una auténtica transformación espiritual, y por consiguiente, a un decidido cambio de vida, desprendida de los bienes materiales y mucho más cercana a las necesidades de nuestros hermanos.

Solo así, viviendo en la sencillez y en la solidaridad podremos encontrar la plenitud de nuestras vidas, en la felicidad y en la paz que deja en nuestro interior el darnos, al igual que Cristo, como ese pan que se reparte y se multiplica para todos aquellos que viven con menos de dos mil pesos cada día.

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