IGLESIAS DOMÉSTICAS PARA EL MUNDO DE HOY

Publicado por Mario Fontalvo

Por Mario Fontalvo F.

Algunos dirán, con suprema autoridad injuriosa, que la vida es injusta, cada vez que ven salir por la pantalla de tv. a los pequeños del ICBF, con su foto de carnét y descripción de catálogo, tipo Yanbal o Ebel, reclamando su hogar esquivo. Piensan que resulta desigual que, mientras unos buscan con insistencia el calor de una casa llena de parientes amorosos, otros, en cambio, se esfuerzan por estar lo más alejado de su familia. La culpa no es de la vida, ni mucho menos de su Creador, para anticiparnos a las posturas de los incrédulos que se la pasan achacándole a Dios todos los males que produce el errar cotidiano de los ser humanos.

La sociedad, en su vertiginoso decaimiento hacia la pérdida absoluta de los valores morales y espirituales, ha hecho de la familia un estorbo y del vínculo matrimonial un accesorio de museo. Para la prueba, el DANE acaba de revelar que la mitad de los colombianos vive en unión libre. Así, un hogar apartado de Dios, que no lo reconoce como centro y sentido único de su vida familiar, difícilmente podrá hacer de ese refugio del amor bendecido una auténtica escuela de fe. La fragmentación y desvalorización del núcleo familiar es, con certeza, fuente de muchos de los problemas que nos aquejan como sociedad: drogas, prostitución, violencia, suicidios y maltrato físico y psicológico entre congéneres.

Aún más, las uniones de jóvenes que le huyeron al compromiso sagrado, que confundieron el amor con sus pasiones de momento y que se dejaron llevar por el libertinaje alcahueteado socialmente, tienen duración de mariposa y la mayoría están predestinadas al fracaso, viendo en la separación su salida de emergencia más cercana. Como siempre, los culpables terminan siendo los frutos de esa unión improvisada. A algunos de ellos los veremos crecer por televisión con la esperanza de ser reconocidos por sus padres indolentes; a otros les tocará permanecer en la lista de espera hasta que algún hogar sustituto les cambie su condición de huérfanos.

Por eso, en toda ocasión nuestra iglesia católica nos invita a mantener siempre presente a Dios en las familias, fundada sobre el matrimonio como institución natural, y a rescatar el valor fundamental que tienen en la sociedad, pues como lo manifestó el recordado Papa Juan Pablo II: “el futuro de la humanidad pasa a través de la familia”. De igual manera, lo expresó su Santidad el Papa Benedicto XVI en la carta al Cardenal Alfonso López Trujillo, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia, con motivo del Encuentro Mundial de las Familias en Valencia: “Todos los pueblos, para dar un rostro verdaderamente humano a la sociedad, no pueden ignorar el bien precioso de la familia, fundada sobre el matrimonio”. Añade el Sume Pontífice: “La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado. Así se va construyendo un universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en el cual el hijo crece en los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida.”

Esta invitación impulsa diariamente a nuestras familias a ser “pequeñas iglesias domésticas”, como las denominó el Concilio Vaticano II, a enmarcarse en el contexto de la gran familia de la Iglesia, que la apoya y la acompaña, colaborando con la tarea fundamental que está constituida por la formación de la persona y la transmisión de la fe. En definitiva: familias seguir el modelo de la familia de Nazareth, que recorrió nuestro mismo camino, entre dolores y alegrías, entre oración y trabajo, siendo guardianes de la fe y anunciadores del amor de Dios entre nosotros.

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