Por Laura Fontalvo F.
13 de noviembre/05
“¿Es que puede una madre olvidarse de su hijo, no conmoverse con el hijo de sus entrañas?; aunque eso se pudiera dar, el Señor no te va a olvidar.”
Isaías 49,8-13
Esta palabra hermosa y conmovedora corresponde a la segunda parte del libro de Isaías, y nos invita realmente a darnos cuenta de que el amor de Dios, es más grande que el de una madre. El Señor nos ofrece su amor y “no significa que estemos solos”. A pesar de que tengamos problemas y sufrimientos, Él está ahí a nuestro lado, las veces que lloramos, en los momentos de vergüenza, de rabia o de dolor. En los peores momentos, en cada soledad, en cada frustración.
Y es que el mismo Jesucristo, aquella noche, en el huerto, también vivió momentos de angustia, y profunda soledad. Se quedó solo, sin amigos, porque todos huyeron; indefenso, silencioso. Jesús está solo para enfrentar la muerte y para vencerla, llevando sobre sí el destino de todos los hombres. Tuvo que conocer el miedo, la humillación, el sufrimiento e incluso, el silencio de su Padre: “¿Dios mío, Dios mío,¿Por qué me has abandonado?”. Y aún así, Él, de forma admirable asumió esta experiencia para santificar lo nuestro, rescatarlo y para llevarlo con Él a la gloria.
Es una gran lección, para nosotros que vacilamos en la fe, que sentimos miedo a la soledad y perdemos la calma, que nos desanimamos por los golpes de la vida. Es necesario que mantengamos la fe y si somos capaces de eso, es un milagro espiritual,¿La explicación? Jesús murió aparentemente en soledad y abandonado por muchos pero, “Él… resucitó”
Isaías 49,8-13
Esta palabra hermosa y conmovedora corresponde a la segunda parte del libro de Isaías, y nos invita realmente a darnos cuenta de que el amor de Dios, es más grande que el de una madre. El Señor nos ofrece su amor y “no significa que estemos solos”. A pesar de que tengamos problemas y sufrimientos, Él está ahí a nuestro lado, las veces que lloramos, en los momentos de vergüenza, de rabia o de dolor. En los peores momentos, en cada soledad, en cada frustración.
Y es que el mismo Jesucristo, aquella noche, en el huerto, también vivió momentos de angustia, y profunda soledad. Se quedó solo, sin amigos, porque todos huyeron; indefenso, silencioso. Jesús está solo para enfrentar la muerte y para vencerla, llevando sobre sí el destino de todos los hombres. Tuvo que conocer el miedo, la humillación, el sufrimiento e incluso, el silencio de su Padre: “¿Dios mío, Dios mío,¿Por qué me has abandonado?”. Y aún así, Él, de forma admirable asumió esta experiencia para santificar lo nuestro, rescatarlo y para llevarlo con Él a la gloria.
Es una gran lección, para nosotros que vacilamos en la fe, que sentimos miedo a la soledad y perdemos la calma, que nos desanimamos por los golpes de la vida. Es necesario que mantengamos la fe y si somos capaces de eso, es un milagro espiritual,¿La explicación? Jesús murió aparentemente en soledad y abandonado por muchos pero, “Él… resucitó”
0 comentarios:
Post a Comment