Por Laura Fontalvo F.
6 de noviembre/05
Y después de ir y prepararles un lugar, volveré para tomarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes”
(Sn. Juan 14, 3-4).
Encontramos en este Evangelio una afirmación que nos mueve. No podemos estar lejos del Señor, y si Él está en la gloria, nos invita también a que estemos con Él por toda la eternidad. Al Subir Jesús al Padre no realiza una hazaña individual, sino que nos abre el camino a nuestra casa. Hay muchas mansiones, es decir, que hay también un lugar para nosotros. Cada uno estará en su propia mansión, en comunión con todos, y sabiendo cuál es el camino, iremos entonces hacia una comunión definitiva.
“Yo soy el Camino”, dice Jesús. Se hizo hombre para que viéramos en Él al Padre, siguió su camino, tan desconcertante para nosotros, pero para que al meditar sus actos fuéramos progresando hacia la única verdad que al Padre agrada: “Yo soy la Verdad”; pasando por la cruz y la muerte conquistaremos nuestra propia verdad.
“Yo soy la vida”. Asimismo, Este es un Evangelio de vida, porque el Señor quiere la vida para nosotros, vida en abundancia y comprender que la vida eterna es conocer al Padre presente en el Hijo.
No hay más camino: no es el camino de la Nueva Era, de la reencarnación, ni el camino del dinero o el placer. No hay más verdad: no vamos a buscar verdades prestadas en otros lugares. Nos basta Cristo que es el medio para llegar al final que es la vida y Él mismo, es la vida.
(Sn. Juan 14, 3-4).
Encontramos en este Evangelio una afirmación que nos mueve. No podemos estar lejos del Señor, y si Él está en la gloria, nos invita también a que estemos con Él por toda la eternidad. Al Subir Jesús al Padre no realiza una hazaña individual, sino que nos abre el camino a nuestra casa. Hay muchas mansiones, es decir, que hay también un lugar para nosotros. Cada uno estará en su propia mansión, en comunión con todos, y sabiendo cuál es el camino, iremos entonces hacia una comunión definitiva.
“Yo soy el Camino”, dice Jesús. Se hizo hombre para que viéramos en Él al Padre, siguió su camino, tan desconcertante para nosotros, pero para que al meditar sus actos fuéramos progresando hacia la única verdad que al Padre agrada: “Yo soy la Verdad”; pasando por la cruz y la muerte conquistaremos nuestra propia verdad.
“Yo soy la vida”. Asimismo, Este es un Evangelio de vida, porque el Señor quiere la vida para nosotros, vida en abundancia y comprender que la vida eterna es conocer al Padre presente en el Hijo.
No hay más camino: no es el camino de la Nueva Era, de la reencarnación, ni el camino del dinero o el placer. No hay más verdad: no vamos a buscar verdades prestadas en otros lugares. Nos basta Cristo que es el medio para llegar al final que es la vida y Él mismo, es la vida.
0 comentarios:
Post a Comment