UNA POSADA PARA JESÚS

Publicado por Mario Fontalvo

Por Mario Fontalvo F.

11 de diciembre/05
Definitivamente, armar el pesebre, más que una decorativa y tradicional tarea, es un impulso del alma que se vuelca año tras año hacia el rincón más preciso de nuestra casa, para recibir al Mesías esperado. ¿Dónde lo colocaremos esta vez? es la pregunta que repiten los “arquitectos” de belenes de muchas de las familias, que todavía mantienen intacta la disposición de diseñar todos los diciembres una morada digna para Jesús.

Pero no siempre fue así. La historia del nacimiento de nuestro Salvador, catalogada por aquellos que no comprenden los designios de Dios como una narración triste, nos enseña que no es lo material lo que hace grande al hombre sino la humildad de su corazón. Por eso Jesús busca el lugar más pequeño, sencillo, para nacer. Y allí, en lo humilde, se mostró la Gloria de los cielos y de la tierra.

En esta semana, lo más seguro es que muchos de nosotros estaremos en los ajetreos navideños, buscando por las atestadas calles del comercio regalos, ropas, licor y comidas para que la Navidad no nos encuentre desprevenidos. Parece ser que lo que la Palabra de Dios nos recuerda, que debemos estar alertas a la venida del Señor, se hubiese convertido en excusa para colocar nuestra atención en lo que precisamente Él no quiere: una vida llena de lujos, que aleja nuestra mirada de los pobres, de los ancianos, de los enfermos, en fin, de todos los necesitados que tocan nuestra puerta para encontrar un corazón generoso como morada. La historia se repite y no hay cabida para Jesús en nuestra posada.

Cuántas veces le habremos dicho a Dios que no tiene espacio en nuestro refugio interior, porque lo hemos llenado de rencores, de sufrimiento y de desesperanza, desconociendo que precisamente Él viene para el pecador, para el que está solo y abatido, para el que no encuentra consuelo. Porque “Dios se hizo hombre, para que el hombre se haga Dios". (San Agustín)

Es tiempo, entonces, de preparar nuestro pesebre interior para el nacimiento del Dios con nosotros, quitando toda maleza, pecado, odio y dolor. Es tiempo de llenar de humildad el corazón para que la Gloria de Jesús se manifieste en nosotros.

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